Especial niños índigo

¿Qué son los niños índigo?

 

 

Estas nuevas almas vienen para facilitar nuestra transición a un próximo paso en la evolución de la conciencia humana.

Tienen un conjunto de atributos psicológicos e intelectuales inusuales que revela un patrón de conducta no documentado anteriormente:

  1. Son multidimensionales y altamente sensibles, con muchos talentos y poderes intuitivos.
  2. Instintivamente saben quiénes son, lo que necesitan y lo que es verdadero.
  3. Como poseen una mirada diferente de la vida, tienen otras prioridades, valores y necesidades.
  4. Son muy sensibles a los estímulos. Tienen sus sentidos más desarrollados que el promedio habitual y muchas veces se ven sobrepasados por las energías de su entorno.
  5. Físicamente pueden ser más sensibles a los olores o a los sonidos, por lo cual les resultan generalmente molestas las multitudes y los lugares muy ruidosos.
  6. Pueden percibir los sentimientos no manifiestos de las otras personas sin comprender de dónde provienen. Les cuesta diferenciar entre su propia energía y la de los demás, ya que absorben la energía del ambiente y la de otras personas y la toman como propia.
  7. Como tienen más desarrollada la percepción extra-sensorial (telepatía, clarividencia, etc.) y son extremadamente sensibles, tienen la facilidad de ver rápidamente cuando se intenta engañarlos, ya sea con palabras o con falsas apariencias.
  8. Son muy sensibles a las emociones y tienen una conexión espiritual más profunda.
  9. Pueden ver auras y espíritus alrededor suyo muy frecuentemente, y percibir la energía de las personas y los lugares.
  10. Tienen sueños muy vividos que generalmente recuerdan, y les sirven de guía y ayuda en su vida. Algunos también pueden tener premoniciones.
  11. Poseen una conciencia interdimensional. Algunos tienen recuerdos de sus experiencias antes de encarnar (es decir, antes de venir a esta vida) y muchos ya son concientes de cuál es su misión en la Tierra. Muchas veces tienen conocimientos o sabiduría que trasciende su experiencia inmediata y su edad cronológica.

2 –  ¿cómo son los niños índigo?

María Dolores Paoli, especialista en psicoespiritualidad, nos dice en su artículo “Los Niños Índigo”:

“Los Niños Índigo son inquietos, les cuesta mucho mantenerse en un mismo sitio y pare-ciera que no se cansan. Esto es porque tienen un alto voltaje de energía. Es como si tuviesen una capacidad de 10.000 vatios pasando por un cuerpito que sólo maneja 100. De ahí que necesitan liberar ese voltaje moviéndose, y se los califica de hiperkinéticos.

Tienden a aburrirse fácilmente de las cosas y sólo ponen atención y concentración en aquello que es de su interés, por lo que los Niños Índigo están teniendo muchos problemas con el sistema educativo, con la autoridad y la memorización.

Ellos aprenden por participación, en forma exploratoria creativa y reflexiva. Les gusta ser autores y no seguidores. Como aprenden más rápido a través de la experiencia que de la enseñanza impartida por otros, se aburren y pierden interés en las cosas con facilidad. Su forma de aprendizaje tiende a ser menos lineal que la del promedio, lo que les dificulta adaptarse a la presentación secuencial de la información utilizada en la mayoría de las instituciones educativas.

Procesan mayor cantidad de información a través del tacto, por lo que necesitan estar tocando algo para fijar mejor la atención. Esto hace que muchas veces parezcan distraídos o con dificultades en la concentración.

Como son particularmente creativos, siempre encuentran una mejor manera de hacer las cosas, tanto en la casa como en la escuela, lo que los hace aparecer como rompedores de sistemas.

Son desestructurados en su manera de pensar, ya que utilizan patrones de pensamien-to asociados al hemisferio derecho. A causa de esto, no se relacionan muy bien con los siste-mas que se basan en el orden y el ritual. Por ejemplo: permanecer en fila o sentados en una clase va en contra de su instinto natural.
Tienen dificultades para aceptar una autoridad absoluta y no responden a los castigos como método disciplinario.

Son felices estando solos y prefieren jugar con uno o dos amigos que participar en grandes grupos. Parecen antisociales, a menos que estén con seres afines. Por consiguiente, se les dificultan las relaciones sociales, especialmente en la escuela.

Desde muy pequeños se comunican con los ojos; tienen una mirada profunda y sabia”.

 
Un caso real de niño índigo

Todavía recordamos el momento que conocimos a Leandro. La madre nos contó que tenía problemas para concentrarse en el colegio, motivo por el cual nos vino a hacer una consulta.

Si bien para nosotros es habitual trabajar con niños que tienen características especiales, este caso nos llamó particularmente la atención. Telepatía, clarividencia, clariaudiencia, sueños premonitorios… todos estos atributos aquí reunidos en un niño de ocho años que jugaba frente a nosotros armando naves espaciales.

Cuando le preguntamos si podía ver luces de colores alrededor del cuerpo de las personas nos mi-ró asombrado, como si le hubiéramos descubierto uno de sus secretos. En pocos minutos nos pasó a describir con lujo de detalles el contenido de sus visiones.

Lo que nos sorprendió es que a pesar de tener ocho años, nunca había podido hablar de esto con nadie, ni siquiera con sus padres. También recordamos el momento en que, con un dejo de angustia en su mirada, nos preguntó: “¿tengo problemas en la vista?”

Lo que descubrimos en la primera sesión es que necesitaba poder conciliar el sueño, ya que por la noche tenía miedo a causa de escuchar voces constantemente.

Después corroboramos con su madre que Leandro era muy sensible a los ruidos desde su naci-miento, que lloraba permanentemente, que había padecido continuas infecciones en sus oídos y que tenia un nivel de audición tan elevado que le permitía detectar artefactos eléctricos encendidos a grandes distancias.

También nos dijo que ya de más grande le tenía mucho miedo a la oscuridad y que, a diferencia de sus hermanos, nunca había querido quedarse a dormir en la casa de nadie.
 Luego comprobamos que podía percibir seres de otras dimensiones y que esto lo asustaba muchísimo.

En una sesión, mientras le mostrábamos una serie de técnicas para poder comunicarse telepáti-camente con estos seres que lo atemorizaban, nos preguntó por qué nosotros le hablábamos en voz alta, si el ejercicio era “sin palabras”…

En ese momento nos miramos y nos dimos cuenta de que él también poseía ese don. Fue entonces cuando cerré los ojos y pensé las consignas mentalmente. En ese momento, Leandro sonrió y nos dijo que nos entendía perfectamente.

Un tiempo después, su madre nos contó que desde ese entonces duerme mucho más tranquilo y que había empezado a compartir con ella alguna de las cosas que le pasaban. Y lo más importante: nos dijo que a su hijo le había vuelto la alegría.

Monografía creado por Esquina Mágica . Extraido de: http://www.esquinamagica.com/articulos.php?idar=540&id1;=41

22 Noviembre 2006

4 –¿Qué harías si descubres que eres una emisaria del amor? 

–Ayudaría a los seres a amar a Dios sin importar qué religión practiquen. Haría una red para que la humanidad eleve su conciencia. Yo ya lo hago con mi papá que vive lejos, pero voy a probar con otras almas.

Ludmila, 10 años

Los Niños Índigo pueden ser descriptos como seres humanos más amorosos y sensibles. Son portadores del amor universal, nos traen paz y una felicidad natural.

Su propósito es elevar la conciencia de la humanidad, equilibrando la corriente mental analítica que predomina en la actualidad.

Están cambiando las ideas de lo que la sociedad considera necesario, ya que son menos materia-listas y tienen más desarrollada su espiritualidad.

Por eso, con su llegada se están transformando los conceptos de paternidad y de cómo ganarse la vida generando nuevas estructuras que estén en armonía con las nuevas formas de la humanidad.

Nos mueven a implementar nuevos sistemas que no los fuercen a cambiar lo que son, para poder insertarse dentro de ellos.

Tienen internalizados los códigos para construir el nuevo mundo, una nueva estructura con for-mas que tengan como base la unidad y el amor.

Tienen el propósito de elevar la vibración de este planeta empezando por su entorno más inmediato.

José Manuel Piedrafita Moreno, educador español que se define como Adulto Índigo, expresó en un reportaje realizado en Argentina en julio de 2002:

“Ellos, al tener una vibración y características diferentes, se comportan de una manera distinta. Necesitan otras pautas sociales más humanas, más amplias. Su misión principal es cambiar la sociedad.

Son rompedores de sistemas; cambian la sociedad para que el planeta esté listo para la nueva remesa de niños que está viniendo, los Niños Cristal, que tienen una energía armonizadora.

Es su misión ser puente y hacer un mundo más apropiado para lo que va a venir después. A mí me gusta que la gente los reconozca, no que los clasifique”.

5 – Padres y maestros, preocupados por los niños índigo

“Padres y maestros, preocupados por los niños, a menudo nos preguntan qué hacer ante determinadas circunstancias que se les presentan, y cómo pueden distinguir a un Niño Índigo de uno que no lo es.

Consideramos que es muy peligroso crear un culto alrededor del concepto de “Niño Índigo”, y quedarse atrapados por la idea de lo especiales que son.

Los Niños Índigo no deben ser considerados superiores a otros, sino portadores vivientes de capacidades biológicas, mentales y espirituales que están comenzando a despertar en toda la humanidad.

Si el hecho de distinguir a un Niño Índigo de otro que no lo es implica un trato diferente, esto generará un prejuicio y una diferencia entre ambos.

Lo más valioso que pudimos aportarles es reconocer sus dones y ayudarlos a que aprendan a utilizarlos para el bien propio y de los demás. Darles todo el amor, la comprensión y el reconocimiento para que puedan desarrollarse plenamente.

Consideramos que la mejor forma de conectarse con el tema de los Niños Índigo es tener en cuenta que ellos han venido a demostrar que el tiempo ha cambiado y que los cambios que ellos impulsan involucran a toda la sociedad en su conjunto.

Los valores morales y espirituales que nos vienen a mostrar, no son solamente para facilitarles a ellos la tarea, sino que nos involucran a todos en nuestra propia evolución.

 

 6 – Los sobreadaptados

 La presión para adecuarse no es disciplina. La disciplina se manifiesta cuando comprendemos nuestro propio camino.”
Betsy Otter Thompson
Desde que comenzamos nuestro trabajo con la Vibración Índigo hemos tenido acceso a mucha información de libros y de Internet. También hemos compartido experiencias con gente que está trabajando con niños adolescentes y jóvenes tanto en la educación como en la salud.
Todo esto, sumado a nuestra propia experiencia, nos hizo dar cuenta que la información que se maneja hace especial hincapié en los niños que evidencian sus síntomas, a los que nosotros hemos denominado niños “sinceros”, ya que tienen la posibilidad de exteriorizar, siendo verdaderos espejos de cuanto acontece a su alrededor.
Muchas veces se cree que cualquier caso de hiperactividad o de trastornos de atención tiene una relación directa con la Vibración Índigo, y esto no es del todo cierto.
Es importante comprender que no necesariamente los Niños o Jóvenes Índigo tienen problemas disciplinarios, o son hiperactivos o tienen trastornos en la atención.
En nuestra experiencia de trabajo cotidiano nos hemos encontrado con seres que en apariencia no presentaban mayormente las características mencionadas con anterioridad.
Trabajando con una niña de 10 años, descubrimos que si bien no tenía problemas de atención en la escuela ni era hiperactiva, tenia muchas capacidades auto bloqueadas.
Por ejemplo: no se permitía dibujar porque nunca podía llevar al papel lo que ella imaginaba. Una vez nos mostró un cuadro que le gustaba mucho y dijo que ella no pintaba más porque quería lograr algo como eso, y como no le salía, entonces había dejado de hacerlo.
Cada vez que dibujaba algo lo rompía porque no le gustaba el resultado obtenido, ya que sentía un impedimento al tratar de plasmar en el plano material y concreto lo que percibía en los planos más sutiles.
Esto le producía una sensación de impotencia, que se traducía en una gran exigencia por lograr la perfección y la consiguiente desvalorización de sus cualidades.
Era una niña muy sensible y perceptiva, pero por no tener conciencia de sus dones naturales se volvía dispersa. Ella decía que se entretenía mirando y escuchando “lo que otros no podían ver ni escuchar”. Todo este estado le causaba enojo, quitándole la alegría natural de la infancia.
Estos son casos a los que hay que prestar especial atención. No quiere decir que debemos preocuparnos por los niños que se adaptan naturalmente a lo que el ambiente les propone, ya que esto puede ser muy saludable.
Pero debemos observar en detalle a aquellos niños que no se adaptan naturalmente sino que se sobreadaptan, olvidándose de su sentimiento interior y siendo ellos mismos los que bloquean sus dones y cualidades naturales. Y a pesar de ser niños que desde el punto de vista energético se los puede denominar como Índigo, no se manifiestan las características propias de esta vibración a causa de su necesidad de ser aceptados por su entorno.
Esta sobreadaptación proviene de la autoexigencia de querer cumplir con un patrón externo de lo que conforma una idea de aparente normalidad, y por un fuerte temor a ser rechazados.
También los denominamos niños “adultos” ya que no muestran frecuentemente la alegría y la frescura que caracteriza a los niños de su edad. Es muy común verlos más cómodos entre chicos más grandes o con personas mayores.
A causa de control que ejercen sobre ellos mismos cuando se enojan es muy común que se desborden, y de esa forma exterioricen sus verdaderos sentimientos contenidos.
También hemos observado que se debe prestar mucha atención a sus sueños, ya que daría la im-presión de que es la forma en que el inconsciente logra transmitir algunas claves necesarias para que encuentren su rumbo interior.
Recomendamos tener a mano un cuaderno para anotar los sueños, ya que muchas veces hay mensajes que ellos mismos reprimen en estados de vigilia.
El sistema social actual propone una idea de éxito instantáneo y prioriza el premio a los resultados obtenidos sobre los esfuerzos realizados, provocando una presión tanto en los niños como en los adultos.
En el caso de los niños que se sobreadaptan, esta presión se multiplica. Esto hace que pierdan la capacidad de disfrutar del aprendizaje en sí, ya que a causa de pretender lograr el éxito pierden la idea de proceso que implica una constante evolución y aprendizaje en cada cosa que emprenden.
Es recomendable incentivarlos, proponiéndoles técnicas que les permitan cultivar la autodisciplina. Ésta requiere tener un comienzo (punto de partida) y no sentirse vencidos antes de comenzar la tarea.
Por ejemplo: el estudio de un instrumento musical, las artes marciales, el tai chi o el yoga son disciplinas que les permitirán obtener serenidad interior, y conectarse con la idea de aprender sin sentirse presionados por alcanzar un resultado determinado, ya que estas disciplinas en sí no plantean un logro en relación a un tiempo preestablecido.
Es indispensable la actitud que tomen los adultos que los acompañan. La idea es no premiar los resultados, sino los esfuerzos por superarse a sí mismo. Permitirles comprometerse con una actividad que les agrade, ya que cuando descubran su verdadero talento no hará falta obligarlos a concentrarse porque estarán llenos de entusiasmo, sin una palabra de nuestra parte.
Por lo tanto, autoexigencia no es lo mismo que autodisciplina, ya que ésta lleva naturalmente al conocimiento de sí mismo, desbloqueando dones y permitiéndoles fluir naturalmente.
“”

7 – Los maestros Índigo 

  Maestros Índigo o “niños de las estrellas”

 

  

Frecuentemente nos encontramos con padres que esperan escuchar que sus hijos son especiales. Incluso a muchos de ellos les gustaría que les digan que sus hijos son Maestros Índigo.
Pero el hecho de poseer algunas o muchas de las características vibracionales de esta frecuencia no garantiza que estemos ante la presencia de uno de ellos.

A continuación, compartiremos otro extracto del libro Niños Índigo. Guía para padres, terapeutas y educadores, de Nina Llinares:

“Poseer las características de la Frecuencia Índigo o gran parte de ellas no quiere decir que uno sea un Maestro Índigo. ¿Cómo saberlo? A todos los padres les gustaría escuchar que su niño es especial.

Un Maestro Índigo es un ser que jamás ha sido humano en la tercera dimensión de conciencia, o sea, que nunca ha estado encarnado con anterioridad en este planeta. Su vibración es elevadísima y trae características diferentes que mejorará las cualidades de la raza humana.

Es potencialmente un Maestro de Misericordia y un Guardián de la Esperanza; por lo tanto, la humildad es su consigna. Es capaz de realizar auténticas obras creativas con míni-mos recursos, porque también en eso su naturaleza creadora se abrirá camino en su vida co-mo ser humano.
Apenas siente apego por su propia familia; simplemente los quiere profundamente pero no se lo podrá manejar con chantajes emocionales. Trae sanación para la humanidad, aun-que mayormente actúe desde el anonimato. Viene a cambiar la sociedad, sea cual sea el lugar que ocupe dentro de la misma”.

Sin embargo, Maestros Índigo o “niños de las estrellas” que nunca han estado encarnados en este planeta anteriormente y que traen como misión facilitar a la humanidad el salto frecuencial a cuarta y quinta dimensión, sólo habrá actualmente menos de un centenar en todo el planeta, siendo la mayoría aún bebés o niños pequeños. Su ADN ya es diferente al actual.

8 – Incomprensión familiar

 
Esta nueva generación de niños presenta la característica de tener una gran sensibilidad y un desarrollo mayor de la telepatía que generaciones anteriores.
Esto hace que necesiten de un entorno familiar coherente y comprensivo que les permita corrobo-rar que sus percepciones son correctas.
Al ser tan sensitivos, también absorben las energías del medio ambiente como si fueran propias, por lo que necesitan de un ambiente tranquilo y amoroso para poder desarrollarse.
Muchas veces, lo que muestran con sus acciones es el doble mensaje que reciben del entorno: los desacuerdos entre los padres, las angustias y preocupaciones de los adultos, etc. que, al no ser expresa-das, los desestabilizan provocando trastornos que son atribuidos a problemas neurofísicos y no a su verdadera causa.

9 – Desvalorización de los atributos del hemisferio derecho

 Estos niños traen más desarrolladas las características del hemisferio derecho (intuición, creativi-dad, telepatía, fluidez, expresión por el arte, etc.).

Como nuestra sociedad -y por ende nuestra educación- valora la lógica y la racionalidad (atributos del hemisferio izquierdo) por sobre las cualidades del hemisferio derecho, estos niños se sienten rechazados o tienen miedo de no ser aceptados por su manera diferente de percibir la realidad.

Esto hace que muchas veces se transformen en niños agresivos o violentos, ya que el grado de frustración que sienten por sentirse incomprendidos es muy grande.”

10- Necesidad de reafirmar lo que perciben

En muchos casos, al tener la capacidad de captar la información en forma simultánea tanto si se expresa como si solamente se piensa, les cuesta esperar su turno para hablar o actuar, interrumpiendo constantemente, porque ya han percibido el contenido energético y sólo les resta reafirmarlo.
Esto hace que sean calificados de impulsivos, pero lo que necesitan es corroborar que su percepción ha sido correcta y aprender a respetar las formas de los demás que perciben de manera diferente.
A partir de estas pautas, como adultos, padres y educadores debemos reflexionar sobre el mensaje que estos niños nos están dando a través de su comportamiento.
Ellos no tienen desórdenes, sino que viven en un mundo desordenado.

Cuando reciben un ambiente más armonioso, mejoran rápidamente su comportamiento, porque de alguna manera están cumpliendo su objetivo, que es lograr que los adultos tomemos conciencia del mundo en el que vivimos y hagamos los cambios necesarios para poder transformarlo en un mejor lugar. Un sitio en el que tanto niños como adultos podamos desarrollarnos felizmente y con plenitud.
Ellos necesitan de nuestro apoyo, y no que los califiquemos de enfermos, conflictivos o anormales.
Cuando, en lugar de intentar adaptarlos a lo que consideramos los estándares normales, comencemos a considerar cuáles son sus verdaderas necesidades y a poner atención en lo que tratan de decirnos, estas conductas irán desapareciendo porque su misión comenzará a cumplirse.
Ezequiel, un niño de siete años, llegó a nuestro lugar de trabajo en marzo de 2002 con aparentes problemas de hiperactividad y falta de atención. Su madre nos contaba que realmente no sabía cómo manejarlo, ya que nunca había atravesado por esta situación con sus hijos mayores.
Desde el primer momento en que tomamos contacto con él nos sorprendió su profunda compren-sión de temas espirituales y todo lo relacionado a la ecología y la naturaleza.
La madre nos comentó que desde el nacimiento era alérgico a la carne.
Cuando le preguntamos a Ezequiel el motivo por el cual no comía carne, nos contestó: “Si comes un animal, a la madre no le gusta que le comas al hijo. Yo no como carne porque no me gusta matar animales, no me gusta matar absolutamente nada”.
Nos comentó que podía ver ángeles, y nos agregó: “Un ángel es una parte de Dios, Dios los creó para que lo ayude con todas las cosas. Veo muchos ángeles en todas partes. Hay algunos verdes, rosas y violetas, naranjas. Miran lo que hacemos. Todos adentro tenemos un ángel”.
Cuando le preguntamos qué misión tenían los seres humanos, nos contestó: “A Dios le gustó la idea de que estemos acá. Dios hizo al hombre con una misión, ayudarnos los unos a los otros. Dios hizo la familia para que nos acostumbremos a vivir entre todos. Porque si vivimos solos, ¿cómo hacemos para ayudarnos? Uno no tiene padres equivocados. Tenemos que aceptar a los padres que nos tocaron porque siempre van a ser los padres.
Nosotros ayudamos a Dios cumpliendo lo que dijo uno tiene que aceptar al otro hasta que uno se muera o hasta que el otro se muera.
Tenemos que aceptar todo lo que nos pasa, porque Dios es el que elige, no uno.
Mi misión es la misma que la de todos. Ayudar a los demás. Antes de estar en la panza era una parte de Dios, ahora también lo soy “.
Después, seguimos con el diálogo:
–También puedo ver duendes. ¿Ves? Aquí hay uno.
–¿Y qué está haciendo?
–Está ayudando a las plantas a crecer.
–¿Cómo hacés para verlos?
–Si te concentrás y querés mucho, vos también los podés ver.
–Ezequiel, ¿cuál es la misión de los niños?
–Los niños van a salvar la Tierra no contaminando el planeta, no fumando cuando sean grandes, y esas cosas.
–¿Cuándo uno se muere qué pasa?
–Cuando te morís, te transformás en una pieza de rompecabezas que es una parte de Dios.
–¿Y los maestros?
–Los maestros tienen que decirles a los niños cuando se equivocan y darles otra oportunidad.
–¿Ves colores en la gente?
–Las personas tenemos un color alrededor, es el espíritu. El espíritu es una cosa que te ayuda a estar vivo. También necesitamos un corazón. Yo veo el color alrededor de las personas. Cuando las personas se enojan se ponen de color negro. El planeta tiene color verde.
Cuando hablamos con su mamá, nos dijo que a partir del nacimiento de Ezequiel ella y su esposo buscaron apoyo en algunas terapias alternativas que los ayudaron a comprenderlo, y a entender muchas cosas en relación a su comportamiento.
Nos contó que ellos están aprendiendo a ejercer la tolerancia y la paciencia, ya que el niño recla-ma mucha atención por parte de ellos.
También nos confesó que los sorprendió mucho que, a pesar de no pertenecer a una familia reli-giosa, a los cuatro años comenzó a hablar de Dios, diciendo que era su amigo y que siempre lo escuchaba.
Para terminar la charla, nos relató esta anécdota: “Ayer, a la salida del supermercado había un ni-ño pidiendo dinero. Él quería darle una moneda pero en ese momento yo le dije que no tenía, ya que las que me van sobrando las guardo para colaborar con el comedor de su escuela.
Él siguió insistiendo y entonces le dije que no se preocupe ya que seguramente alguna otra perso-na le iba a dar, pero me dijo que las personas que tienen dinero normalmente no ayudan a los chicos pobres, sino que prefieren comprarse algo más caro sin ninguna necesidad.
Me dio el ejemplo de un reloj de oro, y me preguntó: ¿Para qué necesitan que sea de oro si el reloj sirve para saber la hora? ¿Por qué no se compran uno más barato y le dan el dinero a los que no tienen?
Siguió hablando del tema hasta que se cansó. A la hora de la cena, me dijo que no quería comer. Cuando le pregunté el motivo, me contestó que él no podía comer mientras que a otro nene le faltaba la comida”.
Cuando le preguntamos a Ezequiel sobre su relación con su maestra, nos comentó que se sentía muy comprendido y contenido por ella. Entonces, la invitamos a contar brevemente su experiencia en el aula con un niño de estas características.
La maestra María Fernanda del Rosso, de la Escuela Nº 11 Bernardino Rivadavia, de Rawson, Argentina, nos envió una carta cuyo fragmento reproducimos aquí:
“Al comenzar mi relación con Ezequiel, había momentos en que las normas generales de comportamiento que crearon los propios alumnos no tenían respuestas satisfactorias en él. Dialogamos muchísimo sobre ello y una tarde le pregunté si sentía que yo lo respetaba. Con mirada tiernísima me respondió que sí, entonces le pedí que me diera la oportunidad de reci-bir lo mismo que yo le ofrecía. Desde ese día las cosas cambiaron absolutamente.
Es un niño muy cariñoso, que al principio exteriorizaba su afecto con cierta timidez pero no ahora. Es muy reflexivo; opina siempre sobre todos los temas que se trabajan. Necesita in-centivo constante para realizar sus tareas en el cuaderno, que a veces quedan incompletas al final de la jornada, hecho que no se manifiesta en sus notas ya que su participación en clase es excelente. En el primer mes del año lectivo le costaba respetar algunas consignas sociales pero lo superó a través del diálogo.
Hace algunos días, después de haber narrado un cuento en el que uno de los protagonis-tas era un ángel, Ezequiel se acercó hasta el escritorio y me contó en voz baja que él podía ver y oír a los ángeles.
Le pedí que si había uno en el salón le preguntara su nombre; se alejó unos pasos de mí y después de hablar muy bajo y gesticular regresó diciéndome que se llamaba Matías.
Luego dibujaron en el cuaderno el cuento. Me mostró su ángel y cuando le dije lo her-moso que había quedado me respondió que había sido fácil hacerlo porque había retratado a uno de los ángeles presentes.
Apenas salí de la escuela me dirigí a la Biblioteca Pública a retirar un libro sobre los ni-ños y los ángeles, que sin Ezequiel jamás hubiera elegido como material de lectura.
Mi recomendación para otros docentes es el respeto por todas las diferencias, la valora-ción de todo lo que el niño es capaz de brindar y no la exaltación del error. Si el niño tiene di-ficultades en la aplicación gráfica de una tarea se le debe permitir la reflexión oral y otro tipo de ejercitación. Por ejemplo: ante un cuestionamiento escrito, si sé que Ezequiel es capaz de responder correctamente las preguntas, no necesito que conteste 20 sino las que considero principales para verificar la comprensión lectora.
Mi relación con Ezequiel es única, como lo es con cada uno de mis alumnos, ya que todos tienen algo en común y algo en particular para respetar y valorar”.
En otra oportunidad, al finalizar una conferencia, se nos acercó Daniel, un joven de Buenos Aires de 28 años. Nos comentó que se sentía identificado con lo que acabábamos de exponer acerca de los sobre adaptados. Cuando escribimos este capítulo, pensamos que sería muy útil compartir un extracto de su experiencia. Por eso la incluimos aquí:
“Mi infancia y adolescencia fueron relativamente tranquilas y precisamente ése era mi objetivo, haciendo todo lo necesario para lograrlo.
Si había que estudiar, estudiaba; si tenía que trabajar, me buscaba un trabajo; si tenía que pasar desapercibido, lo hacía. Simplemente me dejaba llevar y hacía lo que había que hacer y listo. Entonces, yo siempre cumplía, pero el problema mayor que tenía era que no me entusiasmaba con nada.
Me adaptaba perfecto a cualquier situación y sentía que eso era una virtud. Con el tiem-po empecé a sentir que en realidad era un problema, no sólo porque no hacía lo que quería, sino que ni siquiera sabía qué era lo que realmente me gustaba.
Me esforzaba tanto por encajar en mi familia, en el colegio o donde fuera que perdí la noción de qué era lo que realmente quería y qué no.
Unos años más tarde, cuando estaba terminando la secundaria, me angustié mucho cuando me di cuenta de que ya era hora de empezar a tomar mis propias decisiones, y la falta de costumbre no me permitía ver con claridad qué quería hacer de mi vida.
Así que me anoté en un curso de orientación vocacional para que me digan qué hacer.
Después de varios tests, me dijeron que era muy creativo. Entonces decidí cursar publicidad.
Cuando comencé a trabajar en una agencia, noté que mis compañeros se apasionaban con lo que hacían.
Todo el tiempo estaban pensando en publicidad y sin embargo a mí eso no me pasaba. No me podía entusiasmar ni siquiera con la carrera que yo mismo había elegido.
Fue entonces cuando empecé a tener sueños muy vívidos que me produjeron gran angustia. Me despertaba en la mitad de la noche gritando aterrorizado por la imagen de un ser negro y encapuchado que aparecía en todas mis pesadillas.
Cuando me mudé comencé a ver a otro ser más luminoso, y aunque ya no me asustaba tanto, no sabia qué hacer.
Empecé a reflexionar sobre lo que veía. Al principio pensaba que esa figura oscura simbolizaba algún miedo o situación traumática que no podía sacar a la luz.
Pero luego comencé a sospechar que quizás, más que un sueño, era algo que de alguna forma estaba ahí y yo en un estado de conciencia especial (“estado crepuscular”, según el neurólogo) lo podía ver.
Luego de una serie de estudios me dijeron que lo que tenia era una capacidad especial, como un sexto sentido, que me permitía ver y percibir otras realidades en determinadas cir-cunstancias.
Me explicaron que todo lo que me estaba pasando era parte de un aprendizaje y lo peor que podía hacer era tomar una medicación que tape o censure esa capacidad. Porque en ese caso lo que tenía que aprender me iba a venir de una forma más fuerte o violenta para hacerme reaccionar.
Me aconsejaron dar cauce a este don y me enseñaron varias técnicas para poder recibir los mensajes de una forma armoniosa.
A partir de ese momento, seguí teniendo esos sueños reales pero empecé a ver otro tipo de cosas que me servían de guía para lo que necesitaba aprender de mí mismo y de mi proceso.
Comencé a hacer mis primeras elecciones, y aunque mis amigos y familiares muchas veces me miraban con cierto recelo, yo seguía haciendo lo que había elegido.
Por primera vez no me importó encajar; por primera vez no quise agradar a nadie y por primera vez me pude entregar con toda mi alma a cosas que realmente me hacían sentir pleno.
Unos meses después me llegó un mail invitándome a una charla sobre Niños Índigo.
Era la primera vez que escuchaba sobre el tema y sin embargo sentía una gran curiosidad. Le pedí a mi mujer -que estaba embarazada- que por favor me acompañara, porque sentía que esto tenía que ver con nuestra hija.
Fuimos y lo primero que escuché es que a los chicos que tienen esta vibración se los llama Índigo porque su aura es de color azul. Con mi mujer nos miramos y un escalofrío me re-corrió todo el cuerpo. Yo había tenido una visión en la que estaba mi hija vestida toda de azul y encajaba perfecto con todo lo que estaba escuchando. Pero a medida que continuaba la charla y hablaban de las características de los Adultos Índigo sobreadaptados, otra vez sentí ese escalofrío.
Cuando terminó la reunión, me acerqué a Eduardo y arreglé una entrevista para verlo y contarle las cosas que me estaban pasando, mis sueños y visiones.
En el segundo encuentro que tuvimos, en el medio de la sesión, me conecté con mi hija, quien me dijo el nombre que quería que le pongamos.
Creo que esta conexión especial que tengo con ella es una confirmación más de que, por fin, estoy transitando mi camino.
Siento que todo esto es el comienzo de algo muy grande y hermoso, que es empezar a co-nocer y a cumplir nuestra misión en esta vida, y que la clave para encaminarnos es prestar atención a nuestras capacidades y habilidades. Son esas cosas que todos tenemos pero gene-ralmente no las valoramos ni tratamos de potenciarlas.
Yo tardé mucho tiempo en darle a los sueños la importancia que realmente tiene. Esto me permitió encontrarle un sentido más profundo a la vida y empezar a desbloquear mis capacidades dormidas”.

más indormación 

Monografía creado por Esquina Mágica . Extraido de: http://www.esquinamagica.com
http://www.wikilearning.com 

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