La hora o la fecha en la que nace el niño tiene importancia. Estas ideas salen directamente de las creencias más antiguas, pues antiguamente se creía que un niño nacido al son de las campanadas que daban las 6, las 9 o las 12 estaba favorecido con la facultad de la doble vista.
Un niño nacido en Semana Santa tendría mala suerte si se le bautizaba antes de la Pascua de Resurrección, mientras que si nacía en Jueves o Viernes Santo sería capaz de curar con el contacto de su manos.
Un ejemplo de cómo afecta esta superstición en la vida actual, es el caso de un nacimiento en la década de los 70 en el que la madre que creía profundamente en la importancia de los signos de nacimiento se negó a dar a luz hasta que llegó el momento apropiado y exacto según el horóscopo del hijo que llevaba en las entrañas. Ya en la sala de partos, aguantó hasta las seis y diez porque hasta las seis y nueve, el bebé hubiera sufrido el signo solar Aries mientras que después de las seis y diez sería un Tauro, signo ascendente que era lo que la mujer quería. Creía firmemente que dar a luz un minuto más tarde alteraría el carácter del recién nacido.
Un niño nacido en domingo tiene la mejor de las suertes mientras que el que nace con los dientes ya crecidos será indudablemente un asesino.
El bautismo pervive desde los tiempos más primitivos, en los que el padre se encargaba de la tarea de llevar al hijo al mar y hacer la señal de la cruz con agua salada sobre el hombro izquierdo del bebé, proporcionando una vez más a éste cierta protección contra el diablo que ya había establecido su residencia detrás del pobre pequeño. El bautismo servía para proteger directamente del mal, y luego la Iglesia cristiana lo adoptó. En otros tiempos era común que el bautismo tuviera lugar inmediatamente después del nacimiento, pues un niño sin bautizar no podía ir al cielo y, si moría, su alma vagaría eternamente por el mundo, convertida en un espíritu airado. Por desgracia, el bautismo era a veces la causa de la muerte de recién nacidos que eran demasiado vulnerables y a los que se les exponía a los elementos demasiado pronto. Al menos, dada su inocencia, tenían plaza garantizada en el cielo.
Por otro lado el Malleus Maleficarum, de Sprenger y Krämer, relata sobre la confesión de una bruja que había sido capturada: <<Tendemos nuestras trampas principalmente sobre los niños sin bautizar… con nuestros encantamientos los matamos en sus cunas o cuando duermen al lado de sus padres, de tal forma que parece que han fallecido de muerte natural. En secreto los sacamos de sus tumbas y los hervimos en un caldero y con ellos hacemos un ungüento que tiene la virtud de ayudarnos en nuestras artes y placeres.>> Con lo que queda comprobado que de todo modos no era tan mala idea ser bautizado cuanto antes.
En Deva (Guipúzcoa) el niño es llevado a la casa del padrino, más conocido como “bautizo a la ventura” costumbre que consiste en salir de la casa al santuario de Nuestra Señora de Iciar, cerca de Deva, con el niño listo para recibir el bautismo y pedirle, al primero que se les cruce por el camino, sea de la condición que sea, ser el padrino del bebé, a lo que el desconocido acepta encantado. Esta curiosa costumbre ha reportado al ahijado en algunas ocasiones sustanciosas herencias y ventajas singulares en su vida adulta.
Así mismo en algunos lugares existe la costumbre de subir ceremoniosamente unos escalones llevando al retoño en brazos y luego bajarlos de nuevo. El motivo es la antigua creencia de que un niño tiene que subir en el mundo antes de bajar.
Existen también una serie de rituales que debe llevar a cabo una madre para proteger a su hijo, como recortarle los primeros mechones de cabello y pegarlos en un álbum conmemorativo, coger el primer diente y colocarlo debajo de la almohada, donde el famoso Ratoncito Pérez lo sustituirá por una moneda. El origen se encuentra en la época en que el cabello y los dientes del bebé se guardaban durante toda su vida y luego se colocaban dentro del ataúd, para que la vida fuese completa y el espíritu pudiera afrontar el día del juicio sin tener que ir en busca de sus pertenencias terrenales a última hora.
También se creía que si se guardaba un trozo de cordón umbilical y se dejaba secar, y una vez seco se pone veinticuatro horas en agua, este agua, llamada “Agua de tripa”, sirve para curar las enfermedades de los ojos.
Otra precaución a tener respecto al cordón umbilical es la de quemarlo, porque se pensaba que si era comido por un perro o un gato el niño sería un delincuente.
En muchas ocasiones colocamos infinidad de móviles y chismes de colores, a ser posible ruidosos, para entretener al niño en el cochecito o en la cuna. Sin embargo el origen de esta costumbre estaba en colocar campanillas cerca de la cabeza del niño para ahuyentar a los malos espíritus e hicieran las veces de amuletos protectores.